sábado, 17 de julio de 2021

Momentos: Snooker

Momentos: Snooker

Hace un año no sabía qué era eso del snooker. Mi delicada memoria escondía algún recuerdo borroso de una mesa enorme de billar con un número excesivo de bolas de color rojo. Ya está. Nada más. Recuerdos de un zapeo sin más historia. Hace un año no sabía que el snooker es la modalidad profesional del billar. Un deporte con siglo y medio de historia que suena extraño en España, pero que goza de un notable apego en países como Reino Unido o China. Una preciosa mesa de color verde aguarda a jugadores apuestos y elegantes que, taco en mano, buscan la gloria.

Hace algo más de un año, una pandemia cambió para siempre nuestras vidas. Todo se vio alterado por un virus de origen aún misterioso y con un desenlace tan cercano como incierto. La palabra todo incluía también al deporte, que vivió a la sombra de la incertidumbre durante casi tres meses. El balón no gritaba gol en la red, la pelota no tocaba la canasta y los motores no rugían en los circuitos. Eran tiempos de retrasos, tiempos de cancelaciones. Los Juegos Olímpicos cambiaron un verano por otro, las tradicionales ligas se comieron el espacio de la Eurocopa y, también, el Campeonato del Mundo de snooker tuvo que encontrar una nueva fecha en el calendario.

Celebrado habitualmente entre los meses de abril y mayo en el Crucible Theatre de Sheffield (Reino Unido), la conocida pandemia pospuso el torneo hasta el verano. La acción comenzó el 31 de julio y terminó, con algo de público en las gradas, el 16 de agosto. En esas fechas, entre cita y cita con mi padre, quedé prendado de un tapete verde ocupado por quince bolas rojas y otras seis bolas de color. Sin saber muy bien cómo funcionaba el tinglado y sin otros hobbies a la vista, mi padre y yo utilizamos la lógica para intentar comprender un deporte tan sugerente como complejo. Términos como frame, break, cue-ball o free ball sonaban extraños en nuestras cabezas.

Un mes después, ya en solitario, empecé a disfrutar de un deporte extraordinario. En contra de lo ordinario, decidí que quería dar prioridad a mi más reciente hallazgo. Si antes mi afición por los deportes se centraba sobre todo en el fútbol, era el momento idóneo para hacer la mudanza. Cansado de una temporada eterna en la que escribí sobre el devenir de LaLiga, unida a la polémica constante que rodea al fútbol, tocaba cambiar el césped por el paño. Torneo tras torneo, conecté con el snooker a partir de la emoción, la inteligencia o el respeto que desprenden todos sus actores. Eso unido a una excelsa nómina de comentaristas, la intención de mejorar mi nivel de inglés, la cercanía y sinceridad de los jugadores o mi búsqueda de la tranquilidad alejada de la bronca y división habitual que impera en la sociedad confirmaron mi romance.

No sé por dónde empezar. Ordenémonos en la mesa.

Ningún deporte se entiende sin la poderosa influencia de los narradores. Voces en la soledad de un estudio. Micrófonos de oro. Acompañantes en la sombra. Esas piezas imprescindibles que te ayudan a enamorarte de cualquier deporte. No solo importa lo que ves: importa quién te lo cuenta y, sobre todo, cómo te lo cuenta. En mi infancia, me enganché como millones de españoles a la Fórmula 1 por el talento y los triunfos de Fernando Alonso, pero disfrutaba más de cada carrera por la pasión fanática que Antonio Lobato ponía desde la salida. Intuyo que ocurrirá lo mismo con esas parejas inseparables como son Guille Giménez y Antoni Daimiel si pensamos en la particular NBA o con Carlos de Andrés y Pedro Delgado cuando hablamos de ciclismo.

En cada cosa que veo, sobre todo en el deporte, valoro la importancia del narrador y de sus acompañantes en la cabina. Quiero aprender, quiero disfrutar, quiero conocer anécdotas, quiero aprovechar al máximo la experiencia. Quiero que me guste lo que estoy escuchando. Recuerdo el estilo inimitable de Andrés Montes, la puntualidad de Antonio Esteva, la literatura de Carlos Martínez, la polivalencia de Paloma del Río o de Antonio Alix, la energía de José Sanchís o la cercanía de Miguel Ángel Román. El narrador es el complemento de la acción. La otra mitad de la ecuación.

José Antonio Luque, voz autorizada de la Eurocopa en Mediaset, explicaba el papel de un narrador en una entrevista en MARCA. “Yo tengo una máxima: un narrador no puede estar por encima de lo que narra, del hecho que cuenta (...) El ritmo lo marca el espectáculo, las imágenes. Lo contrario crea, pienso yo, rechazo en el espectador. El narrador se debe adaptar al espectáculo, y no al revés”. Después, Luque aportaba otra idea elemental. “Hay que facilitar el entendimiento al espectador medio”. Paloma del Río, célebre por la polivalencia de sus narraciones, defendía una idea similar en otra entrevista en Ctxt. “Hablo para que se entere mi madre”.

En un escenario diferente a todo lo conocido, alejado de las dimensiones del fútbol o del ruido de los circuitos, resulta complicado adentrarse en el mundo del snooker. En Eurosport, cadena imprescindible para los fieles de este deporte, hay tres fantásticos profesionales que te ayudan a comprender un reglamento amplio y enrevesado. La cercanía y la serenidad de Sergio Miguel Gutiérrez, la excentricidad de Martín Pérez o la técnica de Arturo Pérez Gil, acompañados por la experiencia de Fran Sánchez Ruiz y David Alcaide, además de Rubén Fernández en las coberturas, me ayudaron a enamorarme de un tapete verde con un número excesivo de bolas rojas.

Otra parte crucial de la ecuación amorosa es la sinceridad y cercanía que acompaña a los jugadores profesionales del circuito de snooker. A pesar del tabú y del estigma que rodean a los problemas relacionados con la salud mental, más presente todavía en la élite del deporte, una parte de los jugadores han reconocido sufrir ansiedad, no encontrarse en un buen momento o haber superado una depresión. Un detalle vital a valorar en una etapa de incertidumbre como la actual y que puede servir de estímulo para sus seguidores. Incluso, un cuatro veces campeón del mundo como Mark Selby reconoció que pensó en suicidarse cuando perdió a su padre con 16 años.



En un mundo rodeado de tópicos anticuados, donde se defiende que los hombres no lloran ni se quejan, los jugadores de snooker animan a pedir ayuda. Caras conocidas como David Gilbert o Gary Wilson, dos semifinalistas en el Crucible, veteranos como Tom Ford, Jimmy Robertson o Martin Gould (este último incluso redactó una carta de retirada antes de brillar en un par de torneos), han admitido haber sufrido problemas de salud mental y han alentado a la sociedad a pedir ayuda. También, una leyenda como Neil Robertson, ganador de veinte títulos de ranking, se emocionó al hablar de sus problemas para centrarse en el snooker teniendo a su familia en Australia.



Y es aquí, en esta batería de reportajes y entrevistas, donde aparece el inglés, factor necesario para entender el snooker, la actualidad de este deporte o poder divertirse con otros torneos que, por derechos televisivos, no se emiten en la versión española de Eurosport. Si os soy sincero, mi relación con el inglés ha estado dominada por mi gen perezoso. Nunca he otorgado la importancia que merece a una pieza clave para mi futuro laboral. No lo hice en el instituto, lo intenté a medias en la universidad y no lo he conseguido en mi primer curso sin pisar un aula. Prioridades erróneas, quizá.

Pero, desde hace un tiempo, gracias en parte a la influencia del snooker, he decidido tomarme en serio mi segundo idioma y apostar de verdad por mejorar mi nivel con la lectura constante de artículos y el apoyo de vídeos o series que ayudan a explorar el conocimiento de la lengua. Como periodista de postín, es algo que ya debería formar parte de mi currículum, pero más vale tarde que nunca. Una recomendación para los amantes del snooker, más allá de la página oficial o de la web Spain Pro-Snooker, es la sección del diario Metro, con artículos regulares de Phil Haigh. Junto a Nick Metcalfe, coordina el pódcast Talking Snooker. También David Hendon, voz más que autorizada, dirige el pódcast Snooker Scene. Dos buenos recursos de los que quiero hacerme oyente habitual.

El último elemento que explica mi relación estable con el snooker es la tranquilidad y la honestidad que me transmiten los jugadores y los árbitros del circuito profesional. Una conexión real, diferente a la discordia constante del fútbol. Un deporte donde los árbitros son respetados y no perseguidos en cada acción. Sobre el césped, veintidós jugadores tratan de engañar al juez en cada saque de banda. No comparten colores, pero sí un objetivo común: engañar al que lleva el silbato. La picaresca es necesaria, pero en el fútbol alcanza niveles exagerados. La costumbre del engaño, sin multas a los infractores. Mientras, la honradez y la justicia predominan sobre el tapete.
Es el fútbol un deporte singular. Un deporte que une y divide. El opio del pueblo, que diría el escritor Eduardo Galeano. Negocio con mayúsculas. Un negocio al lacerante calor de los maletines. Donde la perversa dictadura del clic controla a los medios de comunicación, que anteponen la polémica a la calidad que todavía atesoran. Son los mejores amantes de la igualdad, pero llenan sus páginas de desnudos, posados sin censura y porquería machista para ganar visitas. Culpable el que lo sube y culpables los que entran. Un bienquedismo constante que se queda en simple apariencia.

Es el fútbol un deporte repleto de mentiras, polémicas inútiles y rumores constantes, donde se normaliza el insulto a los árbitros y rara vez se alcanza el deseado término medio. El fanatismo y el odio dominan la trama apoyados por diversos altavoces que no merecen ser llamados periodistas, y que esconden el fantástico trabajo de cientos de profesionales que malviven alejados del fango. Mientras, en las redes sociales, la frontera del contacto que diría el psicólogo Luis Fernando López, existe un desprecio hacia otros colores y mandan los debates insensatos protegidos tras una pantalla.

Somos la rabia que nos han obligado a sentir.

Harto de todo ello, llega el momento de alejarse de la refriega y quedarse solo con lo bueno del fútbol, un deporte maravilloso atacado por numerosos enemigos de traje y corbata. Quedarme con lo que ocurre dentro y no fuera del campo. Con los notables análisis publicados en páginas webs como MarcadorInt o la revista Panenka, con las orgásmicas crónicas de José Sámano o la literatura de Francisco Cabezas, con todo el humor que rodea a La Media Inglesa y con narradores o analistas que disfrutan de verdad del fútbol sin el fanatismo o el odio del que es imposible escapar.

Basta. Cambiemos el balón por el taco.

Pienso en una preciosa mesa de billar y en mis recuerdos de la temporada pasada. El maravilloso arranque de temporada de Martin Gould. La magia insaciable de Judd Trump. La mirada retadora de Kyren Wilson. El suspiro eterno de Neil Robertson en la madrugada. La alegría contenida de Yan Bingtao. El crecimiento sin laurel de Jack Lisowski. La hazaña inolvidable de Jordan Brown. El reconocimiento en la mirada de Ronnie O’Sullivan. La semana fantástica de John Higgins. El puño en alto de Shaun Murphy. La calidad de Stuart Bingham. La sonrisa de Mark Selby.

Amarilla. Verde. Marrón. Azul. Rosa. Negra.

Mañana, 18 de julio, arrancará una nueva temporada de snooker. Con público en las gradas, están previstos unos veinte torneos, regreso a China incluido, si la pandemia lo permite. Uno de ellos en Gibraltar, donde quizá toque hacer un viaje en marzo. La ilusión en la incertidumbre. Mientras, tocará disfrutar desde el sofá con el talento de Trump, Selby, Robertson, O’Sullivan o Higgins, a la espera de ver renacer a Stephen Maguire, Ding Junhui o David Gilbert, confiar en la evolución de Zhou Yuelong, Zhao Xintong, Hossein Vafaei o Jamie Jones, abrir las puertas a jóvenes como Alexander Ursenbacher, Pang Junxu, Chang Bingyu o Jackson Page, interesarse por la llegada de Reanne Evans y Ng On Yee al circuito o aprovechar la simpatía de Mark Williams, la intrepidez de Liang Wenbo y la experiencia de Jimmy White y Stephen Hendry.
Hace un año no conocía un deporte maravilloso que lo tiene todo: talento, paciencia, precisión, respeto, inteligencia, reflexión y, como último ingrediente, la pizca siempre necesaria de suerte. Todo provocado por la irrupción de una pandemia que, más allá de dejar muertos, contagios y socavones emocionales, alteró la fecha de celebración del Campeonato del Mundo de snooker. Quizá, sin ese famoso virus, no conocería el deporte más maravilloso del mundo.

3 comentarios:

  1. ESTIMADO GUILLERMO – me impresiona tu facilidad de expresarte.
    Interesante y reflexiva y- critica. GRACIAS.
    Aquí solo mi ‘brain-storming’:
    1) tengo problemas -no solo con el billard – también con el ajedrez, etc. – llamarlo ‘DEPORTE’.
    2) Ref. “comentaristas” -- algunos tan pesados - ni un medio segundo de silencio...
    causado también por la ‘necesidad’ de poner 3 comentaristas antes de micrófonos – y cada uno anhela que le toca el turno, para blablablá - blablablá -
    Conozco principalmente en el futbol, pero también p.ej. en el boxeo – los dos ‘comentaristas ¿profesionales?’ me amargan la noche de boxeo...
    3) Ref. cita “Hablo para que se entere mi madre” – me recuerdo (con mi mala memoria) de una reflexión: “ Si quieres saber si de verdad tú has entendido un asunto (problemática compleja, etc.) , intenta explicarlo a tu abuela del pueblo...”.
    4) Ref. “futbol –engañar...al arbitro” - además: que MAL ejemplo para la juventud de aficionados (TV)...- bueno, y ni hablar de la ‘moda’ de escupir. Debería hacer un cáculo: 22 jugadores escupiendo p.ej. 10 veces: En cuantos escupitajos se vuelcan?
    ---------- bueno, GUILLERMO, como he dicho - solo un brain-storming matinal del domingo -en vez de la misa...
    que no es lo mío...

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    1. Gracias por tus palabras, Valentín. Es crucial que los comentaristas se adapten al público y trabajen para no mezclar voces en exceso. Me alegra que te haya gustado la reflexión y te animo a seguir algún torneo de snooker en un futuro.

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  2. PD: en relación al billar – a mí todavía MÁS me atrae la Mesa del billar francés - será por ‘tradición’
    y – antes de conocer ‘lo británico’ de snooker, también en contra de lo ‘americano’.

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