domingo, 8 de enero de 2017

La Fórmula 1 es aburrida

La Fórmula 1 es aburrida

Porque no, ya no es lo mismo. No es como el pasado, el glorioso y añorado pasado. Ya no se ven carreras como las de antes. Todo ha cambiado, absolutamente todo. Los coches ya no corren, ni siquiera suenan, no se ven batallas como las de antaño, por no hablar de la igualdad, una igualdad enterrada hace años. Qué sentido tiene seguir viendo esto, si siempre gana el mismo. No hay color, no hay emoción, no hay intriga. Ya no quedan restos de lo que fue la época dorada. ¿Dónde quedará el espectáculo? ¿Y el Nano, dónde está, qué hace tan atrás? Apaga la televisión, no te pierdes nada. Dicen...

Pues no, no soy de esos, prefiero complicarme la vida y decir que no es así. No pienso como la masa, me niego. Y me negaré una y otra vez. Porque estos últimos meses he disfrutado, he gritado, he saltado. Casi más que nunca... Y he llorado. Sí, no me avergüenzo al decirlo. Y tengo razones. Las tengo porque he vivido momentos irrepetibles, recuerdos que se quedarán grabados en la memoria para la eternidad.

Me llegan imágenes, las visualizo y las revivo por enésima vez. Creo estar ahí de nuevo. Escribo estas líneas mientras mi cabeza se encuentra en Albert Park recordando la salida fulgurante de los monoplazas rojos. El mundo al revés. Doy un respingo, me asusto. Es Fernando. Ha gastado otra de sus vidas. A veces pienso que es inmortal. Y sin darme cuenta, un experimentado piloto alemán se ha encontrado a sí mismo después de un 2015 gris. Cuatro triunfos para empezar y una inspiración jamás vista en él. El eterno segundón, se atrevían a llamarle. Un día se cansó de ese apodo y comenzó a callar bocas. Así hasta la noche de Abu Dhabi. Bendita noche para él. Cinco días después, se marchó por todo lo alto. Como los grandes campeones. Pero el camino no fue sencillo.

España, el primer revés. El 44 y el 6 se encontraron en la pista y... Victoria histórica de un chico que nos dará grandes momentos en el futuro y que ya nos los está dando en el presente. Tan solo decir Brasil 2016. Un auténtico recital, una de esas actuaciones que se ven una vez cada mucho tiempo y que difícilmente será olvidada. Carreras que marcan. Puro talento. Y lo que le queda por delante. Pequeño Max... No dudo que seguirás haciéndonos disfrutar. Por tus pasadas, por tus duelos en pista, por tu instinto y, sobre todo, por tu personalidad. El Gran Circo te necesita.


Aires renovados en el paddock. Unos llegan, otros se marchan. Las despedidas suelen ser complicadas, que se lo digan a Felipe ante su gente en Interlagos. La bandera brasileña a sus espaldas, las lágrimas caen y un país entero paralizado ante la retirada de uno de los más queridos. Aunque la vida da muchas vueltas, y quizá esta no haya sido la última. La puerta todavía está abierta. Y como Massa, el caballero, Sir Jenson. Después de más de 300 carreras se nos hará extraño no tenerle en la foto inaugural de Australia.

El tiempo corre. Y sí, vienen otros pilotos pisando fuerte desde abajo: Stoffel, Pascal, Ocon, Sainz... Ay, Carlos... Tenemos futuro, mucho futuro. No nos damos cuenta de la suerte que tenemos. Una perla en potencia quiere hacerse hueco entre los más grandes. Y lo está consiguiendo. Porque el chico lo vale. Solo 22 años y ya asusta. Tenemos Carlos para rato. 

Un heredero más que digno del samurái que sigue esperando a que le den una espada para poder enfrentarse a sus rivales. Y tuvo la oportunidad, pero prefirió confiar en el proyecto por el que apostó dos años atrás. Pocas veces te ofrecen el mejor coche de la parrilla. Rezo para que Alonso no se haya equivocado esta vez. Aprovecha, Valtteri, que con esa flecha de plata puedes cometer diabluras. Pero no te contentes con ser el escudero de Lewis. Sé que no lo harás.

Porque sí, pese a los malditos prejuicios que tiene este deporte, he vuelto a vibrar. Por el mundial de Rosberg, por Verstappen y sus locuras, por la lluvia de Mónaco y el aguacero de Interlagos, por los incontables piques entre los pilotos de Red Bull y de Ferrari, y por las benditas radios de Vettel que hacen las carreras más entretenidas. Por ese punto de Wehrlein en Austria y la remontada de Sauber que echó por tierra las ilusiones de Manor en Brasil. Por el caos de Malasia, por los roces entre Nico y Lewis, por la bota con sabor a champán de Ricciardo, por las salidas extraterrestres de Alonso y por las actuaciones de Sainz con un Toro Rosso que se le queda pequeño. Por los 128 adelantamientos de China, por los sustos que se quedaron en nada, por el lagarto y el comisario de Singapur y, sobre todo, por el drama final vivido en Abu Dhabi, uno de los finales más emocionantes de los últimos años.

Y ahora que me digan que la Fórmula 1 es aburrida.

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