Conocido el retiro vital impuesto por la pandemia del
coronavirus, estreno una sección en este blog. Bajo el nombre de Incertidumbre, contará con una
reflexión personal, de periodicidad semanal, centrada en la extraña situación
actual.
Incertidumbre: Una vida normal
Empecé a leer a
Jaime Santirso a finales del mes de enero. Él, como periodista de EL PAÍS,
había viajado de Pekín a Wuhan, esa ciudad china que ocupa nuestra mente desde
hace al menos dos meses y que no olvidaremos con el paso de los años. Un 22 de
enero, horas antes del cierre de la ciudad, Santirso se plantó en el epicentro
de una epidemia para informar del avance de un brote que, por entonces, quedaba
lejos. En ese momento, según cifras aportadas por Reuters, el virus había
infectado a más de 500 personas y había matado a 17. China, cautelosa, empezó a
tomar medidas: cerró la ciudad, dejando atrapadas a 11 millones de personas.
Salgo para Wuhan, epicentro del coronavirus, para cubrir el avance del brote. Más noticias, pronto. pic.twitter.com/cyYDk7U7ta— Jaime Santirso (@jsantirso) January 22, 2020
En mi ajetreo
diario de Madrid, buscaba un hueco para leer la crónica que llegaba desde
Wuhan. En el metro, en el trabajo o en el autobús. Daba igual. Sentía
curiosidad por ese nuevo virus al que los medios de comunicación prestaban
tanta atención. Leía como Santirso escribía sobre hospitales desbordados, médicos
con capa de héroes o españoles que, como él, estaban en el foco (esa palabra
tan de moda ahora) de la epidemia. 21 en total, regresaron a Madrid mientras el
calendario cambiaba enero por febrero.
Directos al
hospital militar Gómez Ulla, la familia empezó
a contar su situación por televisión y, cómo no, bajo la pluma de Santirso. Dos
semanas después, el 13 de febrero, los 21 abandonaron el hospital cumplido el
plazo de la cuarentena. Ninguno de ellos tenía coronavirus. Todos eran libres.
María Vicenta García Rosado, jefa del Servicio de Medicina Preventiva del
hospital, regaló un mensaje a los repatriados. “Pedimos que cuando lleguen a
sus casas, sus familiares y amigos les den la mano, les abracen, que los niños
sigan jugando con sus hijos”, dijo. Una frase que, ahora, resulta vital volver
a escuchar.
Pero, para eso, todavía no hay una
fecha prevista.
Detesto vivir en
la incertidumbre. No sé cuándo volveré, volveremos, a tener una vida normal. No
sé cuándo dejaré de trabajar desde casa. No sé cuándo volveré a la rutina de la
universidad. No sé cuándo volveré a emocionarme con el fútbol. No sé cuándo
arrancará una nueva temporada de Fórmula 1. No sé cuándo podré tomar algo en
una terraza con personas a las que aprecio. No sé si dentro de unos días me
visitará la fiebre y la tos seca. No sé cuándo volveré a dar un beso a mis
padres. No sé cuándo daré un abrazo a mi abuelo. No sé nada.
El ascensor no se
mueve desde hace un par de horas. No hay planes, ni prisa, solo preguntas.
Escucho más al silencio que a los coches. Las calles, casi vacías, acogen a
turistas cargados con bolsas o carros de la compra. Empieza a hacer frío y,
dicen, mañana lloverá. La sección del tiempo, antaño imprescindible, ahora
parece innecesaria. El campo de fútbol preside el horizonte, pero hace una
semana que en él no juegan los niños. Su ilusión ha quedado, como la de todos,
aplazada por las circunstancias.
Escucho aplausos
y gritos. Son las 20:00, y como ya es costumbre millones de personas reconocen
el trabajo diario de las personas que, por trabajo, no pueden permanecer en
cuarentena. Ahora está de moda aplaudir desde el balcón y jugar al bingo a
distancia con vecinos a los que hace un mes ni saludabas. Modas que
desaparecerán tan rápido como vinieron, como la de recordar para qué existe el
teléfono fijo.
Vivimos en la
incertidumbre. La misma incertidumbre que acompañaba a Jaime Santirso cuando
cogió ese avión destino Wuhan. Ahora, allí, intentan recuperar una vida normal. Esa que ahora echamos tanto de menos.
Este texto pertenece a Incertidumbre, una sección creada por
el retiro vital que ha provocado la pandemia del coronavirus. Cuenta con una
reflexión semanal centrada en la extraña situación en la que
nos encontramos. Puedes leer el resto de entregas en los enlaces que aparecen
aquí debajo.
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