Incertidumbre: Amistad
Las calles empiezan a
recuperar la vida. El paseo matutino y los gritos de los niños ocupan ahora el
ruido dejado por los pájaros y los camiones de la basura. Nueva dinámica,
antigua normalidad. Pocas manos resisten en los balcones para cumplir con ese aplauso
venido a menos. Otra de esas costumbres casi extinguidas, como decir más
verdades que mentiras o celebrar los goles con un abrazo dedicado a la grada,
repleta y eufórica. Algunas de esas costumbres volverán en un futuro para
quedarse. Otras terminarán enterradas mientras arrancamos hojas del calendario.
Me asomo a la ventana y no
veo a la chica de ayer porque ayer no vi a ninguna chica. En los últimos días
me gusta inventar desde las alturas las historias de mis vecinos o de turistas
que pasean lejos de sus dominios. Como esa pareja que camina sin parecer una
pareja. O los pasos tranquilos pero seguros de una señora acompañada de su
andador. De repente, te despista el sonido de un claxon lejano pero insistente.
El símbolo perfecto del regreso de la prisa. La vida resumida en la ambición de
no desperdiciar cada segundo de una vida que dura más de dos días.
Una ventana para asomarse a
un mundo no tan desconocido.
Empieza a hacer calor y eso
va más allá de la pura evidencia. Pienso en los cuatro meses más deseados del
año: junio, julio, agosto y septiembre. Tiempo de calor, tiempo de vacaciones.
El período perfecto para bajar la persiana, cerrar la puerta con llave y
desconectar. Tiempo para disfrutar con el bañador de siempre, darse un baño y
cenar a mesa puesta. Sin urgencias más allá de no olvidarse de la colonia. El
momento esperado durante todo un año evaporado por un virus sin vacuna pero que
viaja en clase turista. El miedo a desplazarse por lo que pueda pasar.
Sueños rotos por la
incertidumbre y una cartera que desprende escasez.
Un verano sin playa es como
unas campanadas sin ver el vestido rojo de Anne Igartiburu. Como un otoño sin
hojas o una cena de Nochebuena sin alcohol. La playa es el oasis perfecto para
alejarse del bochorno madrileño. Un período de descanso necesario antes de
retomar antipáticas rutinas. El lugar perfecto para coger algo de color. Decir
vacaciones y que te salga una sonrisa. Un verano para contar, vivir y
disfrutar. La época perfecta para recuperar amistades o perderlas. Darse cuenta
de quién sigue ahí más allá de la rutina que va de otoño a primavera.
Dice la Real Academia
Española que la amistad es el “afecto
personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se
fortalece con el trato”. Es un contrato no firmado entre dos partes
escoltado por un aprecio verdadero. Un ambiente donde compartir confesiones y
risas. Un interés constante por saber cómo está la otra persona más allá del
tradicional qué tal. Reflexionar sin prisa por despedirse. Estar en los mejores
momentos y en otros más tristes. Aportar una sinceridad necesaria e
imprescindible, sin tratar de evitar la polémica y la discusión.
Estar ahí sin pedir nada a
cambio.
Llevo tiempo sin hacer amigos
y algunas amistades estoy deseando perderlas. No encuentro una explicación.
Pienso en la cantidad de amigos que han desaparecido sin despedirse y en otros
que se irán sin decir nada. Personas que un día formaban parte de mi vida y al
día siguiente ya no estaban. Se fueron en un verano aburrido y pesado con más
mosquitos que conversaciones. Algo parecido a lo vivido en este estado de
alarma, sin apenas sorpresas en las notificaciones. Ni amistades nuevas ni
amistades peligrosas. Un escaso dinamismo en el que asumo mi parte de culpa.
Echo de menos fundar nuevas
amistades y disfrutar de cada conversación. Decir que soy de Córdoba antes que
contar que Córdoba es mi apellido. Reír, disfrutar y recordar viejos y buenos
tiempos con amistades venidas a menos. Decir buenas noches y quedarme tres
horas más pegado al teléfono. Hacer nuevos amigos sin perder los que me
acompañaban cuando no tenía una carrera.
Echo de menos convertir la
ilusión en realidad.
Este texto pertenece a Incertidumbre, una sección creada por
el retiro vital que ha provocado la pandemia del coronavirus. Cuenta con una
reflexión semanal centrada en la extraña situación en la que
nos encontramos. Puedes leer el resto de entregas en los enlaces que aparecen
aquí debajo.
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