Incertidumbre: Culpable
Llueve. Llueve y no hay nada
ni nadie que pueda impedirlo. Llueve y el agua baña los cristales, más limpios
por fuera que por dentro. Llueve y las gotas, dispersas pero concentradas en su
misión compartida, mojan las calles. Apenas asoman los paraguas en el
horizonte: no parece el mejor momento para salir de casa, aunque ahora afloran
las ganas de no volver a ella. Todo se basa en las elecciones. Hablar ahora o
esperar dos semanas más. Mascarilla o miedo. Protestar o callarse.
Vivir o dejar de vivir.
Llevo más de dos meses sin
pisar la calle y no he hecho nada que merezca la pena contar. Leo demasiado,
escribo lo que leéis, pienso en el presente y reflexiono sobre el futuro.
Camino y me siento. Me tumbo y me levanto. Ensucio y limpio. Aprendo de la vida
y pierdo los recuerdos. Desayuno, como y ceno. Devoro lo que me encanta y me
tomo con paciencia lo que me gusta menos. Trabajo y descanso. Escucho las
canciones que me gustan sin descubrir nuevas pasiones. Me lavo las manos hasta
en sueños y comparto pesadillas con cocodrilos con forma de ambulancia.
Vivo en un período de
incertidumbre sin ver la claridad que borre la oscuridad.
Hace dos meses pensábamos que
el coronavirus iba a ser algo temporal y ahora sabemos que viviremos con él de
forma permanente. Es una especie de cesión con opción de compra obligatoria. Un
contrato de permanencia sin cláusula de rescisión. Una forma fácil de entender
que lo que uno espera no siempre es lo que ocurre. La vida resumida en una fea
célula con fiebre y tos. El culpable perfecto para mantener la distancia
social, dejarnos sin deporte de ningún tipo y sin saber qué habrá de menú en
nuestro bar de siempre.
Vivimos en la búsqueda
constante de un culpable. Un responsable al que echar la culpa de nuestros
errores. El profesor que, con razón, te suspende con un 4,5 porque no has
estudiado lo suficiente. El árbitro que invalida el gol de la victoria de tu
equipo por un justo fuera de juego. O, incluso, la persona que se acuesta con
tu pareja sin saber que tu pareja tenía pareja. Series y películas de todo tipo
enseñan que el culpable de tal cuerno es la tercera persona y no tu pareja.
Otra incoherencia más promovida con el objetivo de marcar un territorio
inexistente con tu orgullo.
Cuesta levantar la voz y
aceptar que eres el culpable de algo. Pedir silencio y decir que has sido tú.
Que lo sientes, que pides perdón, que no era tu intención. No eres tú, soy yo.
Reconocer tu responsabilidad porque no aparece otro responsable. Más honestidad
y menos orgullo. Más sinceridad y menos soberbia. Más pedir perdón y menos
regocijo. Poco he escuchado en dos meses palabras de disculpa en ruedas de
prensa. Palabras con sentido nacidas del corazón y no del folio del discurso.
Palabras a la altura de la
situación que reflejan las cifras oficiales.
España está repleta de
culpables. Lo son los que compararon un virus de reciente creación con una
simple gripe. Lo son los que reaccionaron tarde. Lo son los que no otorgaron al
personal sanitario la posibilidad de trabajar como merecían. Lo son los responsables
de las miles de muertes en las residencias. Lo son los que, a pesar de sus
errores, continúan sin dimitir e incluso son aplaudidos por su personalidad. Lo
son los que, con su bandera o sin ella, propagan bulos para ganar adeptos. Lo
son los irresponsables que no saben mantener distancias de ningún tipo. Lo son
las cámaras que graban a los irresponsables para contárselo a los más
responsables. Lo son los que, con sus acciones, parecen desear que cuantos más
muertos, mejor.
Lo son las personas que cometen
errores porque no hay forma de no cometerlos.
Culpables sin dignidad,
vergüenza ni decencia. Personas señaladas por sus fallos y mentiras. Ni
privilegios ni inmunidad. Justicia. Justicia por encima de todo.
Este texto pertenece a Incertidumbre, una sección creada por
el retiro vital que ha provocado la pandemia del coronavirus. Cuenta con una
reflexión semanal centrada en la extraña situación en la que
nos encontramos. Puedes leer el resto de entregas en los enlaces que aparecen
aquí debajo.
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