Incertidumbre: Negocio
La ambulancia aparca sin
hacer ruido y espera, paciente, a una nueva huésped. Con su uniforme de gala,
dos personas bajan del vehículo con cierta parsimonia. Escuchas el ascensor.
Sube, decidido, hasta el último piso. Abres la puerta con cierto recelo, sabedor
de que la visita no es deseada. Tienen prisa, o eso dicen, pero pides
paciencia. Cuando todo está listo, ves como se marchan. Quieres decir algo, y
lo único que te sale es un “hasta luego” que esconde un miedo disimulado. Una
sensación entre el alivio y el pánico. Después, te asomas al balcón y ves como
la puerta de la ambulancia se cierra. Ahora son tres las personas que van
dentro.
Ese es tu último recuerdo.
Pero, días después, queda como uno entre muchos.
(...).
El viento mueve las hojas de
los árboles y el cielo, encapotado, amenaza tormenta. El ambiente en la calle
respira paz. Sales a la terraza y dejas que el aire, fresco y encantador, se
funda con tu cuerpo. Ves a dos niños de paseo con sus padres. El primero, líder
de la comitiva, empuja su moto cuesta arriba. El otro, más remolón, se deja
llevar por su madre en una especie de triciclo. Apostaría a que ambos tienen la
misma edad, aunque nunca he sido muy bueno con esto de los años.
Salir de casa parece cada día
menos inusual, pero la luz al final del túnel queda todavía lejana. La
incertidumbre que nos rodea nos acompañará varios años, nos impedirá hacer
muchas cosas y nos permitirá reflexionar sobre otras muchas. Un cúmulo de
efectos adversos y un limitado número de resultados saludables. Una nueva
normalidad en la que todo parece nuevo pero nada, nada es normal. Hasta el
fútbol, ese deporte que te absorbe como el circo, ha tenido que reinventarse.
En la búsqueda constante de la rentabilidad, la grada vacía ya no celebrará los
goles.
Hace unos días una amiga me
preguntó cómo llevaba eso de que no hubiera fútbol. Para una persona como yo,
que sigue el fútbol más allá de sus colores, ha sido una situación difícil pero
soportable. Perder la costumbre de estar pendiente de uno de tus deportes
favoritos no es fácil. Ya no podía ver varios partidos el fin de semana ni
estar atento a ligas más allá de la española. Tampoco podía reflexionar después
de cada jornada de LaLiga. Y, ahora que echo un vistazo al pasado, recuerdo que
dediqué unas palabras a la relación del coronavirus con el fútbol el 9 de marzo.
“Con el aumento constante de casos en nuestro país, se antoja complicado
que no vaya a afectar al día a día de las competiciones españolas. Una decisión
que parece necesaria tomar cuanto antes para mitigar las malas noticias”.
Al día siguiente, el Valencia recibió al Atalanta sin aficionados gritando en
su butaca. Y si avanzamos en el calendario, ese fin de semana, el del 14 de
marzo, ya no se jugó en España. Ya no había fútbol, ni bares, ni sueños. Solo
quedaba la obligación de quedarse en casa y esperar.
Pero esperar nunca ha sido
fácil.
Ahora el césped vuelve a
recibir a cuentagotas a sus mejores habitantes. Dicen que, quizá, el buque
insignia del fútbol español volverá a zarpar en unas semanas. Un regreso
deseado pero insólito, con más normas que en un paso fronterizo. Con el balón
pasando la ITV en cada saque de banda. Con un lavabo en el centro del campo.
Sin aficionados, himnos ni insultos en la grada. Sin abrazar en la victoria ni
abrazar en la derrota. Un negocio que camina sobre el verde sin acordarse de
los que de verdad lo mantienen. La televisión encendida y los tornos
bloqueados.
Vuelven los chicos, pero no
las chicas. El fútbol femenino es una mentira explotada por la búsqueda de un
equilibrio imposible. Entradas a precio de desayuno, récords que esconden la
verdad y una atención repleta de bienquedismo. Ellas, claro, se quedarán en
casa, porque no habrá beneficio si vuelven. Mientras, ellos, con sus coches de
estreno y sus trajes de etiqueta, tendrán que pelear en cada córner sin
distancias que valgan. Barreras con mascarilla y saludos ficticios.
El negocio volverá porque se
llama fútbol y ha perdido su alma. Volverá entre el
silencio palpable de la insólita y no nueva normalidad. El árbitro pitará el
inicio del partido, pero ya nada será lo mismo. El fútbol ya no es fútbol.
Este texto pertenece a Incertidumbre, una sección creada por
el retiro vital que ha provocado la pandemia del coronavirus. Cuenta con una
reflexión semanal centrada en la extraña situación en la que
nos encontramos. Puedes leer el resto de entregas en los enlaces que aparecen
aquí debajo.
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